Entender que nuestras mascotas llegan antes que nosotros a la vejez y pensar en sus inevitables consecuencias muchas veces resulta difícil de creer inclusive para nosotros los Veterinarios.
El paso del tiempo en los animales de compañía tiene su propio reglamento y difiere mucho del que nosotros entendemos como normal.
Pero llegar a viejo no significa el final de nada sino todo lo contrario, es el empezar de una etapa muy particular en donde nuestro “amigo o amiga” necesita un tiempo más para ser cuidado por parte de nosotros.
Aunque parezca mentira muchas veces en la clínica nos topamos con personas que tienen “el don” de diagnosticar y decidir cuándo es el momento ideal para finalizar la vida de su mascota. Dichos como “ya no quiere más nada”, “no ladra como antes”, “no ve nada el pobre” o “se hace encima” son moneda corriente en la consulta.
De igual manera existen personas que no están preparadas para enfrentar la pérdida y realidad de su mascota y extienden de sobremanera la vida de su mascota sin buscar una solución digna y sin sufrimiento para su mascota.
Cada vez más la ciencia nos da herramientas para enfrentarnos al inevitable paso del tiempo y lograr extender los años de vida de nuestra mascota. Del mismo modo nos da mayor conocimiento para explicar los comportamientos que aparecen en esta etapa y con ello, buscar formas alternativas de tratamiento para aumentar la calidad de vida del animal.
¿Cuándo una mascota es considerada adulto mayor o geronte?
En general decimos que una mascota (perro y gato) entra en su etapa de vejez, adulto mayor o geronte cuando sobrepasa los 7 años de edad aproximadamente. Es a partir de ésta que pueden aparecer con mayor probabilidad algunas patologías que se superponen unas con otras con mayor frecuencia que antes.
Las que se establecen con mayor frecuencia son: pérdida progresiva de visión y audición, acumulación de sarro en sus dientes, dolencias y problemas articulares, problemas de piel entre otros.
Muchas de estas afecciones son aceptadas por los dueños y son tratadas como corresponde, pero no todos entienden que este tipo de patologías comúnmente traen consigo cambios en el comportamiento de nuestra mascota.
Un animal con artritis, dolorido y con una visión disminuida puede reaccionar de manera más irritable y agresiva frente a un evento que antes no causaba reacción. Ello no implica que el animal haya perdido la “cordura”, sino que los procesos antes mencionados lo llevan a tener menor tolerancia a ciertas situaciones.
En general una vez que los causantes del cambio de conducta se solucionan, el animal vuelve a su comportamiento habitual.
A su vez, la pérdida de las capacidades sensoriales y el aumento de dolencias propias de la edad aumentan las respuestas de miedo y ansiedad, siendo muy habitual que perros viejos puedan manifestar como una regresión a su etapa juvenil y comiencen de nuevo a romper cosas de la casa cuando quedan solos.
Pero también se ha registrado que algunos animales con el correr del tiempo sufren un proceso de envejecimiento que causa cambios degenerativos en el Sistema Nervioso Central, provocando una serie de alteraciones en la conducta. Este proceso patológico se conoce técnicamente como Síndrome de Disfunción Cognoscitiva y equivaldría a lo que en humanos conocemos como Demencia Senil o más precisamente enfermedad de Alzehimer.
Esta comparación se basa en la similitud de los síntomas (salvando las distancias entre el comportamiento humano y animal) y por la similitud de los cambios degenerativos del Sistema Nervioso Central que ambos presentan.
Esta enfermedad aparece como resultado del envejecimiento del cerebro que trae consigo alteraciones en el aprendizaje, memoria, cambios en la conducta que modifican la percepción y la forma de reaccionar frente a diferentes estímulos.
¿En quiénes aparece y cómo se manifiesta?
Esta afección aparece en un gran porcentaje de animales, aunque la mayoría de los casos no llegan a ser diagnosticados.
Algunos estudios hablan de porcentajes mayores al 60% en pacientes cuyas edades oscilan entre los 11 y 16 años.
Si bien se ha logrado comprender el proceso microbiológico que ocurre a nivel celular y los cambios estructurales que ocurren al mismo nivel, aún no hay consenso general sobre la o las causas responsables de la aparición de este síndrome, pero si se relaciona directamente con el paso de los años.
Síntomas:
Los cambios en la conducta que aparecen a consecuencia del progreso de la enfermedad deben ser evaluados primero para descartar cualquier proceso patológico que explique los síntomas. Los cambios relacionados al síndrome se reagrupan en:
– Alteración de la forma de relacionarse con las personas de su entorno. Puede comprender desde una menor necesidad de afecto o ignorarnos totalmente, hasta un aumento muy marcado de dependencia para con nosotros.
– Eliminación de orina o heces en lugares indebidos. Muchas veces lo hacen sin tener en cuenta el lugar, la presencia o no de nosotros y la situación que ocurra en el momento.
– Desorientación. Parece que muchas veces no reconoce lugares ya conocidos, miradas fijas a objetos o lugares por intervalos de tiempo prolongados, caminatas por la casa sin reconocer un objetivo claro que las cause, problemas para encontrar el plato de comida, pararse en el lado erróneo de la puerta, rascado excesivo, quedarse atrapado entre muebles, etc.
– Cambios en los momentos de descanso y actividad. Muchas veces se invierte, duermen de día y caminan por las noches, pérdida de la calidad y el tiempo del sueño, ladridos en la noche de forma excesiva y sin sentido.
– Disminución y pérdida de memoria y la capacidad de aprender nuevos desafíos. En general parecen no reconocer personas o animales habituales en el hogar, responde menos a las órdenes simples.
– Disminución de la actividad general. Se puede encontrar falta de interés por la comida, o ser más selectivo en su dieta, aumento o perdida del acicalamiento, desinterés por el entorno que lo rodea, etc
En general los signos que más se describen por parte de los dueños son la pérdida de los hábitos higiénicos y la desorientación que manifiesta el animal en ambientes familiares.
¿Qué hacer en estos casos?
Antes de pensar en cualquier terapia para modificar el comportamiento del animal, debemos concurrir a una consulta con un profesional Veterinario.
Esto es un requisito clave ya que debemos descartar problemas físicos que lleven a la modificación de la conducta en cuestión. A su vez, esta patología puede convivir con otras que también afecten el estado general del animal y por ello deben ser evaluados.
Debemos saber que esta enfermedad no se cura, por lo tanto pensar en volver a convivir con el perro o gato de antes no será una opción. Al ser un proceso progresivo y degenerativo, las armas que utilizamos para combatirlo tienen como objetivo mejorar la calidad de vida del paciente y establecer alguna mejoría en los signos clínicos.
Dentro del conjunto de pautas terapéuticas que pueden ser útiles en estos casos, se debe pensar en fármacos que podrán ayudar a la función cerebral, se debería incorporar frutas y verduras en la dieta con el fin de enriquecer los nutrientes antioxidantes y establecer una pauta terapéutica con el objetivo de reintroducir a la mascota al núcleo familiar.
Tanto la terapia farmacológica como nutricional deben ser indicadas por el profesional actuante ya que dependen mucho de cada paciente.
De todos modos, si su mascota llego a edades avanzadas, antes de tomar cualquier decisión es recomendable consultar al respecto. Me resulta muy natural que su perro de 14 años ladre menos, camine poco y pase durmiendo, al igual que un abuelo de 90 años. Eso no significa que no quiera levantarse a comer mañana.
// Doctor en Ciencias Veterinarias, Facultad de Veterinaria Universidad de la República (UdelaR). // Curso de post graduación en Etología Clínica en Pequeños Animales. // Miembro de la Asociación Latinoamericana de Zoopsiquiatría (AVLZ). // Ayudante honorario de la Cátedra de Caninotécnia (UdelaR). // Columnista del espacio semanal "La mascota y su contexto" en Justicia Infinita (Océano FM 93.9).
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