Todos o casi todos conocemos historias, relatos o leyendas sobre animales que realizan diversas manifestaciones de cariño, tristeza y hasta lealtad hacia un ser querido que dejó de existir.
Hace algunos meses se divulgó en los medios la imagen de un perro que apoyaba la pata delantera sobre el ataúd de su fallecido dueño y no tardaron en llegar reflexiones muy emparentadas a nuestro comportamiento en situaciones similares. «Parecía que era consciente de lo que pasaba”, «fue la manera que encontró de dar su último adiós» y conceptos similares fueron moneda corriente y abren el debate sobre qué es lo que realmente sucede en la “cabeza” del perro.
Diversos estudios han tratado de explicar este y otro tipo de comportamientos (no querer irse del cementerio, llorar en los entierros y hasta vivir al lado de la tumba del dueño) y han llegado a conclusiones bastante interesantes.
En un grupo de perros se pudo constatar que dos tercios de ellos sienten letargo (desgano) y falta de apetito luego de la muerte de algún integrante de su grupo, sugiriendo que son capaces de modificar su comportamiento normal por un hecho puntual de pérdida.
Sin embargo también existen otro tipo de estudios que buscan explicar estas historias ahondando en el comportamiento canino debido como herramienta para conocer su estado emocional.
Sugieren que los perros son bastante susceptibles a las señales que nosotros le damos y así, en algunos trabajos donde se escondía comida en cajas sin posibilidad de ser visibles para perros y gatos, la mayoría se dirigía hacia las cajas donde los técnicos señalaban o miraban.
Si trasladamos estos resultados al caso del perro y el ataúd, en éste la mayoría de las personas dirigen su atención hacia el ataúd lo que podría incentivar al perro a direccionar su interés e incluso tocar lo que todos observan.
Poco tiempo atrás en la Universidad de Goldsmiths, Londres, los investigadores aseguraron que “los cánidos son capaces de distinguir cuando las personas están tristes”. El estudio sugiere que los perros domésticos expresan empatía cuando se enfrentan a seres angustiados.
De forma resumida, se exponía a los perros a personas desconocidas que realizaban diversos actos, uno de ellos fingir el llanto. La mayoría de los perros respondieron y se dirigieron a la persona que lloraba de manera sumisa.
Como vemos hay de todo y para todos los gustos. Están los que creen de forma enfática que el comportamiento que manifiestan es casi humanoide y están los escépticos a todo tipo de interpretación antropomórfica y buscan los caminos para explicarlo.
Lo cierto es que al ser una expresión conductual, ella está libre a las interpretaciones que cada cual le otorga y será muy difícil llegar a un punto medio, ya que aquí como en muchos aspectos, juega la fe además de lo racional.
Sin embargo, en la Etología Clínica Veterinaria esta descrito el comportamiento de duelo.
Si buscamos su definición veremos que se describe como «tristeza por la muerte o perdida de un ser querido».
Como decíamos en párrafos anteriores, nosotros no podemos confirmar el estado emocional de un perro o gato, sin embargo no implica que no sientan tristeza. La perdida (humano/animal) puede llevar consigo ciertos cambios en la estructura familiar y con ello modificar algunas conductas futuras.
¿Cómo se puede manifestar este comportamiento?
Tanto gatos como perros pueden mostrar diversos signos que evidencian un cambio en su conducta.
Se reconocen en mayor intensidad:
– Mayor tiempo de sueño
– Falta de apetito
– Miedo o ansiedad
– Perdida de los hábitos higiénicos ( orina y defeca donde no debe)
– Agresión o irritabilidad
Todos ellos y otros se verán afectados en cuanto a intensidad, forma y duración si el sufrimiento de nosotros es mayor, si la relación de la mascota era muy estrecha, si la rutina cambia, si dormían juntos, si jugaban juntos, si el alimento se relacionaba directamente con el integrante que falta, si la relación era de subordinado, etc., sea este humano o animal.
De todas maneras siempre debe ser evaluado por un profesional veterinario ya que muchos signos pueden ser coincidentes con el suceso y no tener relación directa.
¿Qué hacer en estos casos?
Si bien la mayoría de los síntomas desaparecen con el tiempo y luego que todo vuelve a la normalidad, muchas veces es bueno tomar ciertas iniciativas para estimular a la mascota a superar rápidamente el momento.
Es común acudir al reemplazo de la mascota perdida por otra. Debemos evaluar esa posibilidad con mayor profundidad.
Es posible que la nueva mascota no cumpla el rol social del anterior, puede generar mayor estrés y dar más problemas que soluciones.
Podemos asumir ciertos roles que impliquen una referencia para el animal. Incentivo a juegos, interacciones sociales mas prolongadas, cambios en su rutina traducido en salidas mas frecuentes, periodos de obediencia ,etc.
De la misma manera debemos otorgar un ambiente amigable, predecible y rutinario.
En la mayoría de los casos, el tiempo será un aliado y superarán la pérdida.
De todos modos, dependiendo del rol, educación e interacción social del animal, la pérdida puede ser la llave que abra problemas más complejos que llevaran a conflictos y una convivencia poco agradable.
// Doctor en Ciencias Veterinarias, Facultad de Veterinaria Universidad de la República (UdelaR). // Curso de post graduación en Etología Clínica en Pequeños Animales. // Miembro de la Asociación Latinoamericana de Zoopsiquiatría (AVLZ). // Ayudante honorario de la Cátedra de Caninotécnia (UdelaR). // Columnista del espacio semanal "La mascota y su contexto" en Justicia Infinita (Océano FM 93.9).
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